viernes, octubre 28, 2005

Pensadores liberales: Michael Oakeshott

Impresionante la aportación de Michael Oakeshott a la filosofía política liberal (¡hay quien lo compara con Hayek!). Impresiona también, aunque no sorprende, que en nuestro país y en español, sea un gran desconocido (de su principal obra, On human conduct, hay traducido apenas un capítulo: El Estado europeo moderno, en Paidos) (Por cierto, llamo la atención sobre el paralelismo entre el título de la obra de Oakeshott y el de "La acción humana" de Mises).
La caracterización de las comunidades políticas y los Estados a partir de la distinción entre asociaciones-civiles sin fines propios y asociaciones-empresas con fines propios que se superponen a los de los individuos, es básica para comprender cómo habría de diseñarse un Estado liberal constitucional y para comprender el alcance y los riesgos del constitucionalismo social guiado por las exigencias de la redistribución.
Dejo constancia a continuación de uno de los pasajes más polémicos del libro: el modo en que Oakeshott describe el proceso que va desde el señorío feudal al Estado providencia pasando por Monarca paternal, desde el servilismo del vasallo a la miseria moral de quien no aspira a nada más que a los beneficios y prestaciones sociales proveídas por el Estado-providencia. Lo que sigue es mitad un resumen, mitad una reelaboración personal de las páginas 136 a 141 de El Estado moderno europeo..
El hombre moderno rompió con la ética y con los lazos comunales que habían definido la posición de cada uno en el grupo social así como sus derechos y obligaciones hacia los demás durante todo el periodo feudal. Sin embargo, un evento de esa naturaleza no podía dejar de tener algunos damnificados. El contrapunto del mercader, del emprendedor o del industrial es el obrero desplazado. Los pobres, pero no sólo en un sentido económico, sino también espiritual, pues frente al individuo autónomo y feliz de sus capacidades, de su determinación y deseoso de autodeterminarse, frente al aventurero y al librepensador tenemos al creyente desplazado, desorientado y que se siente perdido en una cosmovisión hostil y que añora las certezas morales del dogma y la fe.
Todos estos individuos manqués, sujetos rotos de la Modernidad, todas estas víctimas indirectas de las éticas individualistas modernas, estuvieron pronto dispuestos a entregarse a cualquiera que les garantizase una mínima satisfacción. “Prefieren las satisfacciones concretas a la aventura y al riesgo de la autorrealización (…). Los relativamente débiles están dispuestos a buscar seguridad bajo la protección de los relativamente más poderosos y por lo general se sienten gratificados cuando pueden encontrar un patrón adecuado y no demasiado exigente” Los débiles, antes vasallos encomendados a la protección de un señor, pasaron a ser súbditos de un monarca paternal, de un déspota ilustrado, miembros del partido proletario o ciudadanos sólo guiados por avidez de más y más derechos, beneficios y prestaciones sociales. En todos estos casos nos encontramos con sujetos que prefieren la seguridad que otorga el que otros decidan por sí mismos a la incertidumbre implícita en la aventura de decidir por sí; prefieren una sociedad orientada constitutivamente a la satisfacción de un estándar de vida para todos, aunque sea bajo, al riesgo inherente a la tarea de proveérselo por sí mismos y al temor de no poder alcanzar una media deseable.
Esta disposición servil invitó a los primeros gobiernos modernos, no sólo a mantener algunas de las estructuras de control señorial de la vida de los súbditos, sino a poner en marcha una pesada maquinaria administrativa y política (control de recursos, exacciones fiscales, beneficios concretos, discriminación positiva, control administrativo en lugar de judicial, etcétera) que ha ido creciendo a medida que el número de individuos manqués se incrementaba (y no sólo por causas reales, sino probablemente también por una infantilización programada e inducida desde instancias estatales) y a medida que al propia ética liberal e individualista que los causó entró en crisis.
Sin embargo no fue eso lo peor: ese individuo sumiso, ávido de encontrar a otros que pensaran y decidieran por él, propició pronto la aparición de dirigentes que realizaron todos esos servicios para él. Pronto individuos poco escrupulosos se aprestaron a postularse para esa función y a ocupar esa posición de mando: “personas que tenían justo la suficiente personalidad como para obtener alguna satisfacción en la aventura de decidir, pero demasiada poca como para buscarla en cualquier otra cos que no fuera mandar a otros”. Estas personas abundaron en los defectos de los individuos manqués, subrayaron sus incapacidades y fomentaron en ellos el resentimiento y el odio frente a la superioridad moral de la individualidad. Poco a poco fueron incrementando el nivel de sus promesas: lo que comenzó apenas como caridad o misericordia, terminó transmutado en la promesa de sociedades perfectas, ideales, paraísos igualitarios donde los lazos y el calor de la solidaridad comunal habrían quedado restablecidos. A cambio exigían bien poco: apenas el sometimiento incondicional a un Estado terapéutico consagrado a remediar la alienación de sí mismo a que conducirían la cultura liberal y el individualismo moderno.
Más información en www.michael-oakeshott-association.org y por supuesto en sus obras. Una buena vía de aproximación puede ser este libro de Brikku Parekh que nos permite también aproximarnos a pensadores como Berlin, Popper y otros

sábado, octubre 08, 2005

La andadura intelectual de Isaiah Berlin

Un libro que recomiendo: éste.
De entre todos los textos compilados, destaco "Mi andadura intelectual", escrito por el propio Berlin. Y para muestra, un boton, su conclusión final:

"Las doctrinas en las que toda clase de monstruosas crueldades se puedan permitir, simplemente por que sin ellas nunca se podrá alcanzar el estado de hechos ideal -todas las justificaciones de los huevos rotos para que la tortilla al final se haga, todas las brutalidades, sacrificios, los lavados de cerebro, todas esas revoluciones, todo lo que ha convertido a este siglo en quizá el más desgraciado desde los últimos tiempos, por los menos en Occidente-, todo esto es por nada, porque el universo perfecto no es simplemente inalcanzable, sino inconcebible, y todo lo que se haga para conseguirlo se funda en una enorme falacia intelectual"

miércoles, octubre 05, 2005

16

El 16 es el número de mi artículo favorito tanto de la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 como de la, no tan conocida, Declaración de 1793 (corresponde a la etapa jacobina).
Si el primero define magistralmente qué es una constitución cuando dice que “toda sociedad que no asegura la garantía de los derechos, ni determina la separación de poderes, no tiene Constitución”), el segundo es una de las más hermosas definiciones del derecho de propiedad que conozco: “el derecho de propiedad es el que tiene todo ciudadano de gozar y disponer, según su criterio, de sus bienes, de sus ganancias, del fruto de su trabajo y su laboriosidad”.