viernes, junio 30, 2006

Martin Amis: Koba el Temible

Acabo de terminar la lectura de "Koba el Temible" de Martin Amis. El libro vuelve sobre unos de los episodios más terribles de nuestra historia: el estalinismo. Pero de manera singular, incide en uno de los aspectos más vergonzantes de esta etapa: la complacencia y complicidad de los intelectuales de izquierdas occidentales con el comunismo y sus crímenes.

No es nuevo, ni por desgracia superado, ya el gran Revel diseccionó magistralmente este tema en “La Gran Mascarada”.

El libro de Amis es tan recomendable como el de Revel. Se inicia de modo espectacular, recordando las palabras de Robert Conquest, sovietólogo y antisoviético, quien se refiere a la colectivización de la tierra en la URSS, en su libro "The Harvest of Sorrow", diciendo que hubo veinte muertos por cada letra del libro: ¡el libro tiene 411 páginas!

El broche de los capítulos final, cartas reales y supuestas, es también estremecedor: Martin Amis se asombra de la risa complaciente de quienes oyen de otro afirmar que fue o que es comunista (¿nos sonreiríamos si afirmara que fue nazi o fascista?) y se pregunta reiteradamente el porqué de esa fascinación, especialmente, cuando se vio el inmenso reguero de crímenes a que dio lugar.

Sólo “el demonio del bien”, tal y como reza el nombre de este blog, esto es, la fascinación de los hombres por construir la sociedad perfecta y por imponerla a los demás, lo explican.

En palabras de Kignsley Amis, padre de Martin:

“No podemos decidir que haya fraternidad; si empezamos por imponerla, al cabo de muy poco tiempo veremos que estamos imponiendo algo muy distinto y mucho peor que la simple falta de fraternidad”

En fin, una lectura fresca y, por tanto, recomendable para el verano.

(Por cierto, esta nota equivale a 29.580 muertos en la Unión Soviética)

sábado, junio 10, 2006

Lógica nacional

Nil novo sul sole: La historia de la humanidad quizás no responda a leyes inexorables y arrolladoras, pero sí hay ciertas pautas que se repiten de modo recurrente.
La experiencia y la misma lógica nos dice que después de la proclamación de Cataluña como nación, viene el establecimiento de un catálogo de derechos propios de los nacionales del que quedan excluídos los no nacionales. Ya conocemos el primero: para ser presidente de la Generalidad hay que ser nacional catalán. Dicho de otro modo, ya no es verdad lo que establece el artículo 23 de la Constitución que reconoce a todos el derecho de sufragio activo y pasivo. Ahora, el derecho de sufragio de pasivo, en Cataluña, está reservado a una categoría específica de individuos y otros que antes, cuando la ley era común, lo tenían, ya no lo tienen.
Esa es la lógica y no creo que éste sea el único ejemplo que veamos en los próximos meses. Si no, al tiempo.
¡Cuánto han cambiado las cosas desde que el abate Sieyes dijera en 1789 aquello de "una ley común y una representación común, eso es lo que constituye una nación"! No sólo porque ahora el concepto de nación se concibe casi exclusivamente en clave cultural, lingüística e incluso étnica, sino también porque cuando Sieyes escribió aquellas palabras era para subrayar que no están justificados estamentos, fueros o privilegios y que todos deberíamos ser iguales ante la ley e iguales en derechos. Hoy, sin embargo, se utiliza justo para lo contrario: para marcar las diferencias y reclamar un estatuto jurídico diferenciado, particularizado, distinto de la ley común que es la única que puede garantizar nuestra la igual libertad de todos.