sábado, julio 29, 2006

Renta básica

Por motivos laborales difícilmente excusables, me estoy viendo en la obligación de afrontar la lectura de ciertos escritos que algunos no dudarían en calificar de panfletarios, pero que se presentan con cierta vitola académica. Son textos tan empedrados de buenismo que diríase que son el mismísimo camino al infierno y que a mí particularmente amenazan con amargarme las vacaciones.

Hoy tocaba el derecho a la renta básica de todo aquel “que habita dentro de un terminado territorio por el mero hecho de haber nacido o de esta en él” (Miguel Carbonell). La renta básica es, ni más ni menos, que “un ingreso pagado por el Estado a cada miembros de pleno derecho de la sociedad, incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre, o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quién conviva” (Daniel Raventós).

Salta a la vista que las ventajas de la renta básica son innumerables. Para los que no quieren ver:

1. Es, al parecer, más barata que las políticas sociales al uso, en las que hay que acreditar que no se alcanzan ciertos umbrales de renta y tal. La burocracia ya no tendría que validar la condición de pobreza de los aspirantes a la prestación, sino limitarse a girar mensualmente la cantidad oportuna a todos los censados.

2. La renta básica se da a todos, con lo que evita que aquellos que aspiran a una prestación, al solicitarla, pongan en evidencia su condición de pobres y “sobra decir lo lacerantes que pueden ser para una persona dichas etiquetas” (Carbonell de nuevo). Nadie tendrá entonces que avergonzarse de su condición de becario pues todos los seremos.

Lástima que no todo sean ventajas. Que nadie piense, sin embargo, que establecida la renta básica, quedaría resuelta la cuestión social o que entonces veríamos a los llamados progresistas retirarse a sus cuarteles de invierno para dedicarse a otras cuestiones. No nos libraremos de la progresía tan fácilmente (yo por mi parte creo incluso que estaría dispuesto a trabajar más para sufragar la renta básica, si me aseguraran que así se iban a callar de una vez y para siempre todos estos clérigos sociales). Pero no será así porque la renta básica es sólo el mecanismo para una garantía mínima de la subsistencia, pero no soluciona el problema de otras necesidades que tendrían que ser cubiertas con las oportunas medidas sociales. Dicen que el capitalismo convierte los deseos en necesidades, pero yo estoy convencido de que esa curiosa operación es más bien responsabilidad de sus críticos, expertos en convertir deseos en derechos. Y es que ellos, mejor que nadie, saben que para mantener abierto el chiringuito del Estado social y mantener ocupados a sus (bien remunerados) gestores sólo hay que convencer al personal de que el “deseo de tener lo que otros tienen” es realmente el “derecho a tener lo que otros tienen” aunque sea, que sé yo, el derecho a llevar un IWC en la muñeca, a conducir un Ferrari o a usar Vega Sicilia para hacer el tinto de verano.

Pero volvamos al tema de la renta básica, pues para darse cuenta de lo descabellado de la propuesta no hay que ser economista ni tan siquiera experto en cuestiones económicas. Basta con tener un poco de sentido común. Por ejemplo, todavía estoy intentando entender por qué aquellos que han cubierto ya sus necesidades básicas con su propio esfuerzo, sin necesidad de que sean millonarios, rentistas o hacendados, tienen derecho a la renta básica, es decir, al aseguramiento de ese mínimo de subsistencia ya cubierto. Claro que puestos a no entender, alguien podría explicarme por qué quien trabaja para satisfacer sus necesidades y eventualmente también sus deseos, se ha de ver en la obligación inexcusable de proveer a las de quienes no quieren trabajar o a la de quienes son manifiestamente millonarios.

Ahhh, perdón, que no había reparado, que nadie se inquiete porque la renta básica no la paga nadie, sino que la paga el Estado. ¿Cómo podría alguien oponerse entonces? Se obvia, y mira que es obvio, que el Estado pagaría la renta básica con el dinero de los contribuyentes, es decir, que el Estado no paga nada, sino que se limita cobrar impuestos y transferir parte de ese dinero a otros o lo que es lo mismo, a obligar a trabajar a unos al servicio de otros. Claro que esto bien podría solucionarse si los impuestos los pagara el Estado, lo que parece no por ser imposible, se mire por donde se mire, deja de ser el sueño de tantos y tantos de los llamados progresistas.

Quedaría por saber si esto de la renta básica es asumible y tal. Y claro, seguro que algún malvado economista llega y nos dice que no, con lo que antepone la economía al a ética, ¡Qué malo pero qué malo es! ¡Avergonzarse debería por preocuparse por los equilibrios macroeconómicos cuando la gente muere de hambre no lejos de aquí! Claro, que tampoco parece razonable que una situación de indudable emergencia, como son las hambrunas en ciertos países, nos obligue a tomar como medida precisamente aquella que nos condene a nosotros también al hambre y la privación. No creo que sea eso lo que quiere el progre ¿o sí? ¿o habla pero no tiene ni idea ni le importa?

En fin, un análisis que sólo debería causar hilaridad de no ser porque seguro que suscita el interés de más de un político esclarecido, cuando no iluminado, y porque seguro, pero que seguro, que pronto, si no ya, lo veremos en algún programa de más de un partido político. Si no, al tiempo.

miércoles, julio 12, 2006

Comunicado del Foro de Ermua:

12 de Julio de 2006. La fecha de hoy debe servir para hacer valer más que nunca la cultura de la rebelión cívica de Ermua. Lo que fue realmente revolucionario, y lo sigue siendo hoy, no es la infamia de las fotos de Patxi López con Otegui, ni las de Gemma Zabaleta con Jone Goiricelaia, sino las fotos de miembros del PP y el PSOE unidos en aquellos días de julio de 1997 que hoy recordamos. Ésa es la cultura de Ermua: la cultura de los demócratas unidos contra ETA y el nacionalismo totalitario.

Estamos aquí para que ETA no amortice, y el Gobierno no llene de sentido, los cuarenta años de terrorismo. Estamos aquí para hacer valer el sacrificio por nuestra democracia de las víctimas, el de Miguel Ángel Blanco y el de todas las demás. Estamos aquí para subrayar la importancia de aquellos días de Ermua y su vigencia actual. A eso le tenemos que dar sentido. Rendirse supone hacer inútil el sacrificio de Miguel Blanco y de todos los demás asesinados, mutilados, extorsionados o desterrados.

Hay que decirlo bien claro y alto: en Euskadi no estamos mejor con el llamado “alto el fuego”. No estamos mejor siendo mirados con odio. No estamos mejor con miedo a hablar en cualquier parte por las posibles represalias laborales, sociales, etc. No estamos mejor viendo al mundo nacionalista crecido, viendo pletórico a Otegui y legitimada su ideología criminal. No estamos mejor porque se nos perdone la vida durante un breve espacio de tiempo, que nos da el verdugo para que “recapacitemos sobre lo beneficioso que sería ceder” al chantaje. No estamos mejor con este tiempo que se ha abierto que es el de la paz del amenazado, buscando reunir la cantidad para pagar al chantajista. Se ha abierto el tiempo de “la paz tutelada por ETA”.

No estamos mejor en Euskadi porque antes quien nos miraba con odio y nos desafiaba sabía que actuaba mal o que tenía a una sociedad en contra. Ahora esa línea moral se ha borrado. Ahora el Gobierno, con los partidos y medios que le apoyan, le están diciendo al energúmeno que tiene razón, que la víctima y el no nacionalista es el malo, el que pone palos a las ruedas de la paz, el inmovilista, el reaccionario, el alarmista, el facha. Estaremos bien cuando ETA y su ideología y sus valores totalitarios sean derrotados. Estaremos bien cuando el PSOE y el PP, los demócratas, sean capaces de unirse por lo menos como hicieron en Ermua hace nueve años.

El Foro Ermua en este noveno aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, desde diversas ciudades españolas, denuncia el proceso de claudicación y cesión ante la banda terrorista ETA anunciada el pasado viernes 30 de junio por el Presidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero y que supone el inicio de un “largo, duro y difícil” camino hacia la ruptura de España como nación. Ceder ante las pretensiones de ETA-Batasuna, como proclama el Gobierno del Sr. Rodriguez Zapatero, implica legitimar los asesinatos y la extorsión de los asesinos y la negación de las víctimas, que han sido precisamente quienes lo han dado todo en defensa de nuestra democracia y libertades públicas.

“Rendición, en mi nombre NO”, expresa rotundamente nuestra oposición a la pretensión “de alcanzar la paz” a costa de la libertad y de la justicia. El supuesto proceso de paz emprendido por el Gobierno es un proceso de cesión ante ETA, de traición a las víctimas y al conjunto de la democracia por lo que implica de indignidad, inmoralidad y de debilitamiento de nuestro Estado de derecho ante los totalitarios que desean acabar con nuestra democracia.

martes, julio 11, 2006

Cuando los muertos despertemos

Ha caído en mis manos un tríptico que anuncia un coloquio internacional denominado “Memorial democrático. Políticas públicas de memoria”, organizado por la Generalidad catalana y a celebrarse en Barcelona el próximo mes de octubre.
El texto de presentación está plagado de afirmaciones inquietantes, como por ejemplo la afirmación de que el acceso a la memoria es un derecho civil que la Administración tiene el deber de satisfacer.
Resuenan en mi cabeza los ecos de aquella orwelliana policía del pensamiento y por más que intento ser bienpensante y bienintencionado no logro sacudírmelos ni logro evitar pensar que la Administración usará todo su poder para mantener viva o para borrar definitivamente según qué memoria.
Y si no, al programa del coloquio me remito. En él se encuentran rememorantes referencias tanto a las víctimas del franquismo como a la Shoa o las víctimas del 11 M.
Sin embargo, parece que los organizadores han olvidado algo.
Han olvidado a los millones de muertos causados por la más criminal ideología que conoce la historia: el comunismo.
No soy dado a cuantificaciones, pero el Consejo de Europa, cifra en 92.350.000 los muertos por los regímenes comunistas. Lo digo en letra, por si alguien cree haber leído mal: noventa y dos millones trescientos cincuenta mil muertos.
De estos muertos nadie se acuerda y, en particular, no se acuerdan las administraciones organizadoras del coloquio.
Quién sabe si de este modo los organizadores creen cumplir con su inconfesable cometido: el de perfilar selectivamente nuestra propia memoria.
“Cuando los muertos despertemos” es el título del último capítulo de Koba el Temible, el libro de Martin Amis que comentaba en mi post anterior y efectivamente los muertos del comunismo aún esperan despertar en nuestra memoria.
Tampoco las víctimas del terrorismo etarra (en cierto modo, también víctimas de una deriva de la ideología comunista) parecen ser dignas de recuerdo por la Generalidad catalana, con lo que llego a la conclusión de que la Administración ha decidido que han de ser borradas de nuestro recuerdo.
Sin embargo, a todos ellos, a los olvidados por la Generalidad catalana, a su recuerdo, a su memoria, dedico estos versos que también se leen en el libro de Amis:

No envejecerán como nosotros, los que quedamos:
no les pesará la edad ni les condenarán los años.
Al ponerse el sol y por la mañana
nos acordaremos de ellos.