martes, diciembre 15, 2015

Justicia, democracia, autodeterminación.

Existe una clara incompatibilidad entre democracia y justicia, al menos, si se trata de una justicia sustancial, incondicional o absoluta. La democracia es formal o no lo es. No puede ser sustancial: no se puede definir la democracia diciendo que es el procedimiento que permite adoptar decisiones correctas, de modo que si lo decidido no es correcto o si el elegido no decide lo justo, entonces es que no hay democracia.

La democracia tiene sentido solo entre la gente que ha rechazado la posibilidad de conocer qué es lo correcto. Gente que, como mucho, en sus momentos de mayor lucidez, admite apenas la posibilidad de considerar que algo es correcto para sí. Gente que, sin embargo, más pronto que tarde, son conscientes de su arrogancia y se corrigen, matizan o desdicen. Por eso son demócratas: porque lo único necesario que admiten es las posibilidad de error y lo único a lo que no están dispuestos a renunciar es a la posibilidad de corregirse a sí mismos o de revisar lo decidido.

La democracia presupone necesariamente cierto relativismo ético y político. Quienes creen incondicionalmente en la justicia de sus postulados políticos y en la necesidad absoluta de sus recetas y medidas de justicia social solo consideran democráticos a aquellos procedimientos o decisiones que impulsan su agenda. Éstos terminan haciendo uso de la democracia similar al uso que los independentistas hacen del derecho de autodeterminación: solo se usa una vez; luego ya no más.

viernes, noviembre 27, 2015

El día que todos los españoles habíamos leído a Kant

No sé qué es más reprochable: que un Doctor en Ciencias Políticas, profesor universitario de Ciencia Política y de la Administración y candidato al Congreso, cuando es requerido por un alumno (que se había referido a los derechos civiles, la libertad individual y la ética) a recomendar una obra de filosofía, aconseje  (“por ser tú”) leer la menos ética y política de las obras de Kant y además confunda su nombre (¿Ética de la razón pura?) o que un Licenciado en Derecho que trabajó como abogado y que también es candidato al Congreso afirme que sabe de la importancia de Kant porque lo ha estudiado y que recomendaría cualquiera de sus obras aunque también reconoce que él no ha leído ninguna.
¿Quién es consciente de los límites de su ignorancia?

¿Quién quizás los oculta e incluso miente al dar a entender que ha leído la obra de Kant que recomienda?