viernes, enero 27, 2006

Condena a los crímenes del comunismo

He andado un poco despistado esta última semana y sólo hoy me he enterado de que el día 25 de enero, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa adoptó la Resolución 1481 (2006) sobre la Necesidad de una condena internacional de los crímenes de los regímenes comunistas totalitarios.
El texto de la Resolución está aquí

Recomiendo vivamente la lectura del Doc.10765 que incluye una escalofriante descripción del modus operandi de estos regímenes así como una impactante estimación de sus víctimas. Para abrir boca:
- Unión Soviética: 20 millones de víctimas
- China: 65 millones
- Vietnam: 1 millón
- Corea del Norte: 2 millones
- Camboya: 2 millones
- Europa oriental: 1 millón
- América latina 150 000 personas
- África: 1,7 millones
- Afganistán: 1,5 millones

Tienes el texto completo de los dos documentos en español aquí.

jueves, enero 19, 2006

Sobre la condición servil

José de Maistre hizo observar una vez más que cuando Rousseau preguntaba por qué los hombres, que habían nacido libres, estaban, sin embargo, encadenados en todas partes, era igual que preguntar por qué las ovejas que habían nacido siendo carnívoras, comían hierba en todos los sitios. Igualmente, el radical ruso Alejandro Herzen hizo observar que la clasificación que hacemos de los seres en tipos zoológicos corresponde a las características y hábitos a los que se ve que están más frecuentemente asociados. Así, uno de los atributos que definen a los peces es la capacidad de éstos para vivir en el agua; de aquí que, a pesar de que existan peces voladores, no digamos que el volar sea la naturaleza o esencia de los peces en general, el ‘verdadero’ fin para el que fueron creados, ya que la mayoría de ellos no lo consiguen, ni manifiestan la más mínima tendencia a ello. Sin embargo, en el caso de los hombres, y sólo en los hombres, decimos que su naturaleza es querer la libertad, aunque de hecho sólo unos pocos la han buscado en la larga vida que tiene ya nuestra especie, mientras que la inmensa mayoría en casi todas la épocas han demostrado tener poco aprecio por ella y se han contentado con ser dirigidos por otros, queriendo ser bien gobernados por los que les proporcionasen comida, refugio y normas de vida suficientes, pero no gobernados por sí mismos. ¿Por qué debe ser el hombre –se preguntaba Herzen- el único que sea clasificado con arreglo a lo que han querido por sí mismas sólo unas pequeñas minorías en sitios muy contados y por lo que aún menos han luchado de manera activa?
(Isaiah Berlin, Cuatro ensayos sobre la libertad)

Más sobre la condición servil, especialmente sobre su relación con el Estado social y las políticas del bienestar en el ensayo “Las masas en la democracia representativa” de Michael Oakesshott contenido aquí

sábado, enero 14, 2006

Perplejidades

Ayer fui abordado en una calle de Granada por un sujeto que me ofrecía un periódico y una revista a cambio de 3 euros. Aunque el individuo no me inspiraba demasiada confianza y los papeles en cuestión eran de aspecto un poco panfletario y fancinero, supongo que la proximidad de la Delegación de Hacienda motivó mi complacencia con el asaltante y el saqueo.

Mi interés se acrecentó, sin embargo, al echar un vistazo a un fotomontaje que figuraba en la portada del periódico en el que se trazaba un paralelismo entre el encarcelamiento, en 1977, de Boadella a manos de un consejo de guerra franquista y las “agresiones ‘nazi-borrokas’ en Cataluña contra los actos del Manifest. Pluralidad sí, unidad también. Por la libertad”.

Reproduzco por su interés algún que otro pasaje del editorial que encontré a continuación:

“En Cataluña, la complicidad con que el tripartido catalán, presidido por Pascual Maragall, y los medios afines tratan las actuaciones totalitarias, fascistas, de los nuevos ‘camisas pardas’ tampoco está en el terreno de la discusión de los términos del Estatut. Los ataques a los medios de comunicación, el acoso a periodistas, intelectuales y políticos con la intención de acallar y aislar a los disidentes del nacionalismo excluyente, la inoculación desde medios públicos del rechazo a cualquier referencia a España, incluida una política lingüística totalitaria que penaliza a quien no utiliza la lengua que impone el poder político, la agresiones de carácter ‘naziborroka’, como la intentona de reventar el acto, al más puro estilo de los Guerrilleros de cristo Rey franquistas o los ‘camisas pardas’ de la Alemania nazi, el acto de presentación den Girona del Manifest de Ciudadanos de Cataluña, encabezado por un grupo de valientes intelectuales progresistas catalanes, con agresiones a Albert Boadella, pone de manifiesto que se están traspasando los límites del debate para poner en peligro la convivencia y las libertades dando cobertura a la incubación de un totalitarismo que, como hemos visto en Euskadi, lleva en su sangre el nacionalismo étnico, insolidario y excluyente”

“Pero son Zapatero y el equipo que le secunda los principales responsables de esta situación, en su deriva, están traspasando las líneas rojas que permiten las tendencias más reaccionarias de naturaleza totalitaria que representan una amenaza para la convivencia y la libertad de dos nacionalidades especialmente sensibles de España: la reactivación del nazifascismo en Euskadi y la incubación de otro totalitarismo excluyente en Cataluña”

El periódico y la revista siguen expresándose en parecidos términos a propósito de asuntos como la poligamia, el seguidismo de Zapatero a Chirac, la negociación de los fondos europeos, la subida del gas y la electricidad, el incendio de Guadalajara, el 3% e incluyen extractos de artículos o entrevistas a Albert Boadella, Francesc de Carreras, Rosa Díez o Henri Kissinguer.

¿Interesados en la publicación? Podéis encontrar referencias del editor aquí. Sólo una pista, su logo incluye una estrella, una hoz y un martillo.

Gray sobre el nacionalismo

Muy recomendable me parece Las dos caras del liberalismo de John Gray*. El libro contiene una relectura del liberalismo político al uso. A juicio del autor, el liberalismo y la tolerancia liberal presentarían dos variantes: una, como doctrina de origen ilustrado y de corte racionalista, que aspiraría a construir un consenso universal (ubique, semper, ab omnibus) sobre los valores que definen lo bueno; otra, como doctrina que reconoce la condición irreductiblemente plural de los conceptos humanos del bien, el carácter inconmensurable de los valores y principios en que se concreta y que, en consecuencia, se contentaría, apenas, con diseñar instituciones que hagan posible la convivencia entre personas y grupos inspirados por distintas visiones de lo bueno, en lugar de pretender generalizar una única imagen de lo moralmente correcto.

Además de esta relectura, en el libro podemos encontrar numerosos pasajes de interés en los que el autor aborda temas de alcance, digamos en términos coloquiales, menos filosófico y más práctico. El problema de los nacionalismos es uno de ellos.

Entre sus consideraciones sobre este asunto hay dos me han sorprendido de un modo especial.

La primera es aquella en la que Gray afirma que el empuje y la pujanza de los nacionalismos en la Europa occidental habrían menguado a lo largo del siglo XX, después de un periodo de máximo vigor acaecido en el XIX. El motivo, a su juicio, sería la configuración de las sociedades europeas como sociedades plurales, consecuencia del incremento de la movilidad personal o de la información y de los procesos de integración económica y política. En este tipo de sociedades internamente plurales, las personas ya no se identifican exclusivamente con un único Estado-Nación ni tampoco con un grupo nacional que aspirase a la condición estatal. Un escocés habría podido fácilmente sentirse escocés a la par que británico y también europeo. En ese contexto, insiste el autor, las reivindicaciones y aspiraciones estatalistas de los movimientos nacionalistas habrían declinado naturalmente.

El argumento de Gray es cuestionable por diversos motivos. Puede, por ejemplo, entenderse referido a un momento presente o, por el contrario, a un tiempo ya superado. Afirmar, en España hoy, que los nacionalismos han perdido vigor en lo que a sus aspiraciones estatalistas es con toda seguridad incierto. Este tipo de reivindicaciones son en nuestro país hoy más vivas que nunca, si bien no habría que menospreciar el peso de factores locales en ese despertar nacional al haberse auspiciado y propiciado la aparición de castas políticas locales cuyo único oxígeno es el victimismo y la revancha.

Sin embargo, podemos dar por bueno el argumento de Gray y aplicarlo al resurgir planificado desde los gobiernos regionales de las aspiraciones nacionalistas en diversas zonas de nuestro país, para así desmontar la soflama zapateril de la España plural. Según el argumento de Gray, el éxito de cualquier proyecto nacionalista requiere la destrucción de la sociedad plural sobre la que aspira a desplegarse, es decir, la transformación de una sociedad en la que las identidades y lealtades se diversifican y solapan, por una sociedad identitariamente uniforme en la que sólo una lealtad, la lealtad a la nación que se promueve, es legítima. Así las cosas, el resurgir del nacionalismo en España no presupondría ni sería consecuencia de la pluralidad del país, como algunos se afanan en convencernos, sino, muy al contrario, de procesos de homogeneización, uniformización e inmersión culturales, lingüísticas e identitarias promovidos coactivamente desde instancias políticas regionales. Dicho con claridad: se es nacionalista y se será más nacionalista, si se es más homogéneo, y no porque se sea plural

La segunda consideración a la que quería referirme es la que vincula al nacionalismo con la guerra. Afirma Gray que uno de los factores que contribuyen al diseño de la identidad es la guerra. Históricamente, en un modelo de guerra entre Estados, habría sido natural la identificación personal con el propio Estado. Hoy esa identificación se diluye, se mezcla con otras identidades locales o globales. Y esa disolución sería efecto, ni más ni menos, que de la superación del modelo westfaliano de sociedad internacional y clausewitziano de guerra, a consecuencia de la aparición del armamento nuclear. Las guerras a gran escala entre Estados habrían quedado superadas a consecuencia de la generalización de este tipo de armamento y, por contra, habrían aparecido nuevas formas de guerra, guerras civiles, guerras de guerrillas, conflictos regionales más o menos difusos, desconocidos antes de la II Guerra Mundial, que habría sido la última guerra clásica. En definitiva, según este argumento, hoy nos identificamos menos con nuestro Estado o hacemos compatible esa identificación con otras concurrentes, porque las guerras ya no son entre Estados sino de un tipo distinto.

Reconozco que nunca me había planteado esa relación entre guerra e identidad y que tengo poca información sobre el tema (Gray se remite a esta referencia: Martin van Creveld, Future War, Londres, Brassey, 1991). Sin embargo, sí que me ha inspirado una reflexión a propósito del efecto identitario que podrían tener fenómenos sobre el choque de civilizaciones o la guerra global contra el terrorismo. De ser cierta la tesis que Gray presenta, cabría esperar un reforzamiento de nuestra identidad occidental a medida que vayamos tomando conciencia de la existencia de una guerra difusa declarada a Occidente. Sin embargo, claro está que ese mismo efecto podría generalizarse en el otro bando.

* No confundir con el otro John Gray, autor de los libros de autoayuda y de relaciones de pareja.