José de Maistre hizo observar una vez más que cuando Rousseau preguntaba por qué los hombres, que habían nacido libres, estaban, sin embargo, encadenados en todas partes, era igual que preguntar por qué las ovejas que habían nacido siendo carnívoras, comían hierba en todos los sitios. Igualmente, el radical ruso Alejandro Herzen hizo observar que la clasificación que hacemos de los seres en tipos zoológicos corresponde a las características y hábitos a los que se ve que están más frecuentemente asociados. Así, uno de los atributos que definen a los peces es la capacidad de éstos para vivir en el agua; de aquí que, a pesar de que existan peces voladores, no digamos que el volar sea la naturaleza o esencia de los peces en general, el ‘verdadero’ fin para el que fueron creados, ya que la mayoría de ellos no lo consiguen, ni manifiestan la más mínima tendencia a ello. Sin embargo, en el caso de los hombres, y sólo en los hombres, decimos que su naturaleza es querer la libertad, aunque de hecho sólo unos pocos la han buscado en la larga vida que tiene ya nuestra especie, mientras que la inmensa mayoría en casi todas la épocas han demostrado tener poco aprecio por ella y se han contentado con ser dirigidos por otros, queriendo ser bien gobernados por los que les proporcionasen comida, refugio y normas de vida suficientes, pero no gobernados por sí mismos. ¿Por qué debe ser el hombre –se preguntaba Herzen- el único que sea clasificado con arreglo a lo que han querido por sí mismas sólo unas pequeñas minorías en sitios muy contados y por lo que aún menos han luchado de manera activa?
(Isaiah Berlin, Cuatro ensayos sobre la libertad)
Más sobre la condición servil, especialmente sobre su relación con el Estado social y las políticas del bienestar en el ensayo “Las masas en la democracia representativa” de Michael Oakesshott contenido aquí
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