No sólo contiene una de las mejores descripciones del progre que recuerdo y de la que di cuenta en el post anterior; además, la lectura de "Menos utopía y más libertad" de Juan Antonio Rivera nos deja también perlas como la que sigue:
“Lejos de ver el orden social como, en lo fundamental, un subproducto colectivo, los racionalistas lo han considerado también (atrapados por la misma falacia del diseño) como un orden construido deliberadamente por hombres y que puede, si se considera deficiente o injusto, ser echado abajo y reconstruido de nuevo para así satisfacer elevadas apetencias morales.
Esta visión constructivista de la sociedad conduce el conspiracionismo en relación con el orden social realmente existente (tenido por moralmente insatisfactorio) y al utopismo en relación con el orden social que debiera reemplazarlo. Para el conspiracionista, la estructura de la vida colectiva que observamos ha sido urdida en la sombra por seres humanos tan aviesos como inteligentes para sacar partido personal de ella, aun si de ese modo se perjudica al resto; nada de cuanto acontece es inocente para una mente conspirativa: hay una activa mano negra que mueve entre bambalinas los hilos de la trama y se beneficia de los actos que los pobres incautos que formamos la masa social creemos haber hecho de manera libre y sin instigación externa alguna. Para el pensador utópico, por su parte, el edificio social que tenemos a la vista tiene una arquitectura defectuosa, hiere tanto la sensibilidad ética como la estética, y existe la obligación moral de derruirlo hasta la última piedra para levantar luego en el solar despejado una nueva construcción que haga felices a cuantos vivan bajo ella.
Resulta difícil desprenderse del conspiracionismo y del utopismo una vez que uno los ha contraído: el conspiracionismo hace sentir inteligente a quien lo profesa, le hace suponer que está al corriente de una confabulación oculta que pasa inadvertida a la mayoría; el utopismo, por su parte, hace sentir bueno a quien lo hace suyo, le presenta a sus propios ojos como alguien desprendido y entregado a elevadas causas de emancipación colectiva, lejos de los mezquinos intereses egoístas que mueven a la mayor parte del género humano. Es humanamente difícil sustraerse a tan sutiles y potentes halagos. Ambos, conspiracionismo y utopismo, son manifestaciones de intelectualismo político: quienes los defienden creen que hay ideas conscientes y deliberadas que sostienen el orden social, tato el real que vemos como el ideal que debiera sustituirlo”.
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