En un artículo de Alain de Benoist (leo la versión en inglés http://www.alaindebenoist.com/pdf/on_politics.pdf ), me encuentro con este curioso diagnóstico del humanitarismo actual, pretencioso y grandilocuente hasta causar hastío con su énfasis en grandes palabras como solidaridad o justicia, pero leve en su sustancia:
"el humanitarismo contemporáneo es sucesor de la política de la piedad del siglo XVIII, que en aquel tiempo ya dividía el mundo entre felices e infelices. Se basa en un sentimiento de generosidad acrítico. Esta generosidad degenera en una sentimentalidad abstracta, sostenida sobre un voyerismo, cuyo ánimo es desplegarse todo lo posible, pero sin dar lugar a deliberación alguna. Hoy el voyerismo se ha convertido en moneda corriente en la televisión. 'La televisión ofrece inmediatamente los instrumentos para dar forma a las opiniones: indignación, horror, emocion, el espectáculo del duelo o el sufrimiento. Sin tener la conciencia demasiado clara, el público descubre los males que ha evitado y experimenta escándalo por su propio confort. Así, para aliviar su malestar, reclama o rechaza ciertas concesiones, antes de olvidar de nuevo la injusticia universal para volver a enredarse en disputas locales o en riñas familiares'. Esa filantropía etérea, en la que amar a cualquiera salvo al propio vecino es lo normal, es la otra cara de la moneda del individualismo y la soledad que éste engendra".
Me parece una buena descripción de la sensibilidad ética dominante. Tiene su complemento más profesional en la insoportable pose estética, que no ética, de los opinadores que promueven ese humanismo de bolsillo.
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