viernes, noviembre 18, 2016

Propaganda, respeto, fin y medios

No creo que el fin propagandístico justifique los medios. 
No voy a misa porque soy ateo y creo que ser ateo, como ser republicano, no es una condición privada que deba ocultarse. Pero cuando no queda más remedio que acudir a la iglesia muestro una actitud de respeto exquisita. Me pongo de pie y doy la mano cuando me la ofrecen. No aprovecho los funerales o las bodas para hacer apología de mi ateísmo. No me arrodillo, pero si alguien me lo recriminase (nadie lo ha hecho) quizás lo hiciese por respeto a alguien con quien comparto algo, sea la amistad con los novios sea el recuerdo del difunto. La instrumentalización de un acto en el que participo y que no es mío a mis fines me parece egoísta e injustificable. 
Tampoco veo justificación para una falta de respeto a las instituciones, incluida la cámara a la que se pertenece y en la que se tiene el mismo derecho a expresarse y tomar decisiones que tiene cualquiera otro de sus miembros.
Puedo entenderlo (no justificarlo) en partidos minoritarios y marginales, sin vocación ni posibilidades de gobierno, que, dicho sea de paso, simplemente no acuden al acto para no participar en el mismo en lugar de instrumentalizar al acto y a la institución que lo patrocina para fines propagandísticos.
En un partido con vocación y posibilidades reales de gobierno, esa falta de respeto es preocupante porque pone de manifiesto desprecio a los sentimientos y valores de muchos de los ciudadanos a los que se pretende gobernar y quizás algún día se gobierne. 
Podemos no debería haber instrumentalizado el acto de apertura de las Cortes para lograr fines políticos partidistas. Al hacerlo ha ofendido los sentimientos de millones de conciudadanos (compatriotas, gusta en decir Iglesias). Podemos ha decidido faltar el respeto al Rey y a las Cortes que me representan (los medios) para lograr notoriedad (su fin) y al hacerlo ha demostrado lo que le importan mis sentimientos, afinidades y valores, es decir, lo que le importo yo y millones de españoles como yo, porque nuestros sentimientos, afinidades y valores son parte de lo que somos.
Yo respeto a los republicanos y respeto a Podemos. Defiendo que puedan manifestarse con sus símbolos y que los reclamen públicamente. No me planteo acudir a Vistalegre a exponer a gritos mi radical oposición a sus ideas impidiendo así a Podemos hacer su asamblea.
En mi ingenuidad y quizás ignorancia, aún creo que el Congreso no es un plató al que se acude a hacer propaganda, sino que es el lugar donde se intentan resolver los problemas de la ciudadanía y que los problemas se resuelven documentándose, discutiendo, proponiendo, decidiendo y corrigiendo. Quien no tiene nada que ofrecer al respecto, tiene que ofrecer otra cosa distinta. 
Si Podemos ofende los sentimientos y valores de los ciudadanos a los que pretende gobernar es porque el desprecio a parte de la ciudadanía no es percibido como un mal, sino como un recurso, como un medio legítimo para obtener el máximo respaldo a la propia causa ofreciendo a los potenciales electores no razones ni argumentos sino alimento para su resentimiento cainita. Además, al ofender ostensiblemente a los que no le apoyan se crea un clima de enfrentamiento entre los conciudadanos en el que ese odio alimentado es razón suficiente para una fidelidad ciega. Hoy Podemos ha ofendido a media España y ha aumentado la profundidad de la trinchera que separa a los españoles (ya Iglesias anunció hace días que iba a dedicar a cavarla). Pero que nadie se confunda: el rechazo a Podemos producido por Podemos es directamente proporcional a nivel de adhesión de su fieles. A Podemos nunca le faltarán fieles. A los españoles nunca nos faltará odio. Gracias, Pablo.

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