martes, enero 18, 2005

Eutanasia en 59 segundos

Ayer TVE nos premió con otra entrega del programa 59 segundos, una de cuyas secciones estuvo dedicada a la eutanasia. Estaba presente Ramona Maneiro, quien ha admitido haber asistido al archiconocido Ramón Sampedro a suicidarse.
Reconozco que no tenía ni tengo una opinión definida sobre esta cuestión, aunque terminé definiéndola, si bien con trazo grueso, por oposición a la de los contertulios en el susodicho programa. La dejaré aquí expuesta a vuestras consideraciones para así poder perfilarla definitivamente.
Resumo las posiciones de los contertulios del programa para los que a esa hora no zanganeaban en el sofá:
1.- Los contertulios progres, como siempre, ahogados en su propia demagogia e incoherencia. Estuvieron más preocupados por la guerra de Irak que por el tema del debate. Tampoco tuvieron inconveniente alguno, por ejemplo, en compatibilizar su posición contraria a la pena de muerte con su posición favorable respecto de la eutanasia, cuando lo cierto es que de la afirmación de que el Estado no debe matar a nadie, que fundamenta la prohibición de la pena de muerte, se debería seguir, al menos, una posición de prudencia respecto de la legalización de la eutanasia. No fue así, aunque tampoco me sorprendió.
2.- Pedro J. Ramírez estatalista hasta la médula: favorable a la eutanasia si es el Estado quien la aplica. Consideró moralmente reprochable la acción de Ramona Maneiro, pero no tuvo inconveniente en afirmar que si hubiese sido el Estado el responsable, nada grave hubiera ocurrido.
3.- Ignacio Villa (COPE) asumió una posición típicamente conservadora, esto es, radicalmente contraria a la eutanasia aunque compasiva con los afectados y favorable a mejora la asistencia pública a las personas que se encuentran en una situación penosa.
4.- Otro contertulio, cuyo nombre no recuerdo pero que se suponía experto en bioética, se mostró cauteloso a que la legislación estatal regulase esa cuestión.
5.- Ramona Maneiro, con evidentes malas maneras y haciendo gala de una educación más que cuestionable, dijo que no se sentía culpable de lo que hizo y que volvería a hacerlo una y cien veces.

¿Algún planteamiento al que considerar mínimamente liberal? Pues quizás los dos últimos, pero desde luego no los de los demás participantes. Razonaré esta afirmación.
Parto de varias premisas generales: el derecho a la vida es un derecho enteramente individual e incluye también la libertad para morir, es decir, que todo individuo es libre de suicidarse. En ningún caso, puede otorgarse competencia al Estado para suplantar esa voluntad ni para fijar las condiciones en qué haya de considerarse lícita o ilícita. Esto supone otorgar al Estado un poder de decisión último sobre la vida de los individuos, lo que creo que repugna a la conciencia liberal.
Consideremos ahora las circunstancias del caso: Ramón Sanpedro quería morir, pero no podía suicidarse porque no tenía la capacidad física necesaria para hacerlo. Supongamos también que Ramona Maneiro, movida por la compasión o la amistad, atendió al requerimiento de Sanpedro y lo ayudó a morir asumiendo personalmente los riesgos de esa acción.
Pues bien ¿cuál es el problema? El problema reside en que entre los riesgos que Ramona asume al actuar como actuó está el de ser condenada por un delito. Sin embargo, que ella no vulneró derecho alguno, es más, ayudó a Sampedro a ejercer un derecho, el derecho a suicidarse. El problema de este caso es, por tanto, que el Estado castigue a quien por sí o por mediación de un tercero ejerce sus derechos y que el Estado disfrute del monopolio de la acción penal. El problema, como siempre, es el Estado.
En una sociedad libre nadie sería condenado por disfrutar o ejercer sus derechos y tampoco habría monopolios estatales, con lo que acción penal correspondería a cada individuo agraviado en sus derechos. En ese contexto se prohibiría al Estado disponer de la vida de los individuos, pero se permitiría a cada uno disponer de la propia, por sí o con la ayuda de un tercero. En un contexto de libertad, Sampedro no hubiese perseguido ni ordenado a nadie que persiguiese penalmente a Ramona Maneiro por su acción. Por eso, Sampedro habría dejado bien clarito en un testamento vital que quería ser ayudado a morir y que no deseaba que se persiguiese o ejerciese acción represiva o resarcitoria alguna frente a quien le asistiese. Y nada ni nadie hubiese suplantado o condicionado esa manifestación de su voluntad respecto de sus propios derechos.
Pero eso es en una sociedad libre, y ésta que padecemos no lo es: Ramón Sampedro insistió en que deseaba morir pero no podía ser ayudado a hacerlo por nadie porque la ley castiga severamente a quien le asista. En el contexto actual, por tanto, el Estado se arroga la competencia para castigar incluso cuando alguien, por sí o por mediación de un tercero ejerce sus derechos; hoy por hoy, el Estado es, por tanto, quien decide cómo y cuándo ejercemos nuestros propios derechos.


8 comentarios:

apfner dijo...

Bueno que tuviera o no capacidad para suicidarse sin ayuda me parece irrelevante, quiero decir, que si así hubiera sido, creo que en nada afecta a mi argumentación, pues lo relevante es que hay un momento en el que no quiere seguir viviendo y pide ayuda a alguien para hacerlo. Era su decisión y era libre para adoptarla. La decisión de ayudar o no corresponde a la persona cuyo auxilio se reclama. Yo reconzco que me hubiera costado mucho poner a alguien un vaso con cianuro ante los labios, pero esa es también una decisión personal en este caso del requerido.
Si la vida es un bien personal, esto es lo que yo supongo, entonces sólo cada individuo puede establecer en qué condiciones acabará con ella, con o sin ayuda, pueda o no por sí mismo. Pero en ningún caso, esto es lo que me parece más importante, dicha decisión corresponde al estado o a un tercero que superponga su voluntad a la del suicida, enfermo o no, capacitado o no.
En cuanto al factor tiempo me parece importante (¿que ocurriría si en el momento de ingerir el veneno cambia de opinión y decide vivir? o ¿qué ocurre si cuando el suicida cae al vacío cambiar de opinión?). Es cierto, pero lo importante me parece que en un momento claro alguien decide no seguir viviendo o declara que que quiere morir. Si consideramos que un hipotético cambio de opinión del suicida nos autoriza a superponer nuestro criterio al del suicida, entonces tenemos título para hacer cualquier cosa con él pues su voluntad en el futuro siempre hubiera podido cambiar (o no, pero basta con la posibilidad) y puesto que siempre que seremos capaces de imaginar una situación mejor para él a nuestro criterio. Eso no me parece correcto. Es una forma de suplantar la voluntad presente de otro porque en el futuro podría demostrarse errónea, porque la consideramos precipitada y porque consideramos que la nuestra es mejor. En, en cierto modo lo que hacen los planificadores.
Bueno, he intentado ser deliberadamente polémico, así que a seguir con el debate.
Saludos

El Salmantino dijo...

Pues mi postura está meridianamente clara y así lo he manifestado ya varias veces.

Comienzo diciendo que la argumentación de Ignacio Villa (las de los demás, creo que no merecen un análisis liberal, pues están en las antípodas) me parece netamente conservadora y, consecuentemente, no-liberal. Y me explico.

Este gran periodista defendió una determinada postura moral, con la que yo coincido en gran medida. Pero divergemos en un punto fundamental. Debemos hablar de derechos, no de posturas morales determinadas. La postura de Villa o la mia es irrelevante para el tema de Sampedro.

Pues bien, si nos atenemos a lo legítimo, creo que la fundamentación ética sólo admite una salida: una persona es dueña absoluta de su propia vida y los acuerdos voluntarios son siempre legítimos.

Que se arrepienta o no con posterioridad, me temo que es absolutamente tema suyo. Es una variable que habrá de tener en cuenta.

Y por supuesto, el problema siempre es el Estado y su afán monopolizador y liberticida. Sólo faltaba pedir que también sea el dispensador de vasos con cianuro. ¡Qué pavor!

apfner dijo...

Coincido contigo en la calificación de conservadora de la postura de Nacho Villa; ya lo decía en el post. Ahora añado que me pareció internamente coherente, a diferencia de las sostenidas por Carnicero y Sopena que eran internamente inconsistentes.
No la comparto (la de Villa), aunque la respeto profundamente, por los motivos que ya expresé. Lo que no termino de captar es el sentido de tu matización a la postura de Nacho Villa, esto es, la diferencia entre hablar de derechos y principios o valores éticos.

El Salmantino dijo...

Sí, no me explicado muy bien me temo.
Me refiero a un aspecto fundamental que es el causante, en mi opinión, de un defecto que nos acompaña a los liberales sin remedio (al menos de momento). Por eso siempre insisto en ello y en mi bitácora intento (aunque no siempre lo consigo) hablar de derechos y no de moral. Veamos.

Es urgente clarificar la diferencia entre lo legítimo y lo moral. Así, mi postura moral en el tema de la eutanasia, por ejemplo, es de frontal oposición, por considerar la vida un don divino (valga el ejemplo).

Pero el liberalismo ha de ocuparse de ordenaar derechos fundamentados en una ética "objetiva" (derechos no son aquéllos que un Estado dice que son, desde luego). Así, el derecho a la vida es el primero y fundamental. Y difícilmente puede haber derecho real a algo si no puedes disponer libremente de ello sin causar agresión a terceros.
Como de legislación hablamos, considero ilegítimo que el Estado prohiba que yo establezca un acuerdo voluntario para poner fin a MI vida, que sólo a mí me pertenece.

Con todo lo anterior, creo que Nacho Villa tuvo en cuanta su moral personal para defender un concepto de legitimidad determinado, lo que es una postura tan conservadora como anti-liberal.
Y yo, compartiendo en gran parte la postura de Villa, discrepo en lo más importante: qué y cómo ha de legislarse.

Espero haberme explicado ahora. Un saludo cordial.-

El Salmantino dijo...
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apfner dijo...

Ahora te entendí perfectamente.
Estoy de acuerdo contigo: ya comenté que respeto profundamente la tesis de Nacho Villa.
Ahora añadiría, y creo que estarías de acuerdo conmigo, que la respeto en tanto que sea una tesis personal, esto es, puramente moral y no una directriz acerca de cómo debe ser la legislación.
Añado, refiriéndome ahora a ti, que me causa admiración que alguien sostenga una tesis moral antiliberal y no pretenda imponerla jurídicamente a los demás o hacerla pasar como la única correcta. Para convencer a alguien de la corrección de tu tesis te limitas a usar argumentos y recursos puramente morales, renunciando expresamente a la fuerza del derecho. Eso es ser liberal y lo demás son tonterías. Me quito el sombrero.

El Salmantino dijo...

Gracias por tu valoración sobre mí, pero no estoy seguro que me hayas entendido del todo. :P

Defiendo que el liberalismo ha de ocuparse de lo legítimo (derechos), sin atender a opciones que entran dentro de la individualidad.

Con ello, como liberal creo que la eutanasia es legítima, en cuanto que un individuo ha de poder hacer con su vida lo que le plazca (mientras no agreda a otro).
Asunto distinto es que mi opción moral sea de total aversión a la eutanasia, pero eso no es lo relevante, pues hablamos de derechos.

Sin embargo, Nacho Villa pretende que lo legítimo se confunda con su moral. Eso es lo que nos diferencia.

Un saludo.-

Anónimo dijo...

que me estas contando tio? es cierto que ella deberia haber buscado otro fármaco para darle, pero cada uno puede hacer con su vida lo que quiera siempre que no sea para escapar de los problemas y que esos problemas tengan solución, sampedro sabia lo que hacia, estaba muy cuerdo y habia tomado esa decision desde hacia tiempo