miércoles, octubre 18, 2006

Líneas rectas, líneas curvas y dogmas éticos

Es muy interesante comprobar como existe entre los seres humanos cierta disposición innata a preferir el orden y la regularidad al caos y la incertidumbre.

Esta disposición se manifestaría especialmente a la hora de percibir figuras simples, regulares, simétricas o líneas continuas allí donde podrían percibirse figuras complejas, irregulares, deformadas o líneas rotas.













Al margen de aplicaciones en el diseño gráfico o en publicidad, esta disposición, conocida como pregnancia, parece manifestarse también en experiencias cognitivas superiores, como por ejemplo, los discursos ético y político.

Existiría, desde ese punto de vista, cierta disposición a acoger de mejor grado un discurso que nos presente al mundo o a la sociedad como algo ordenado, causado, sujeto a reglas firmes y determinado que como algo incierto, poco constante y regido por leyes inestables, derrotables y cargadas de excepciones.

Esto explicaría el porqué de la fascinación por los discursos éticos y políticos axiomatizados, esto es, por la secular pretensión de construir una ética more geometrico demostranda.

Esa misma predisposición a preferir un mundo ordenado y regular, nos lleva a preferir los discursos políticos apodícticos y plagados de dogmas y afirmaciones incontestables a aquellos matizados, relativos, cargados de excepciones o reglas de corto alcance.

S. Ergel (encontré la referencia en el libro Biología del comportamiento humano de I. Eibl-Eibesfeldt, p.62 y ss.) ha estudiado diversos discursos y programas políticos clasificándolos en función de su Coeficiente de Dogmatismo, esto es, en función de su disposición al uso de expresiones como “todos, siempre, totalmente, únicamente, sólo, tener que, deber de, imposible, determinante…” en lugar de otras como “algunos, unos pocos, de vez en cuando, posiblemente, entre otras cosas, en función de las circunstancias, está permitido, no tener que…” y así hasta unas 400 expresiones.

El resultado de aplicar el índice a programas políticos arroja resultados curiosos. El grado de dogmatismo de los discursos (¡¡y por tanto su capacidad para generar entre nosotros algún tipo de atracción innata!!) es, de mayor a menor, más o menos (traduciendo el espectro político alemán al que iba referido el estudio) el siguiente: comunistas, nacionalsocialistas, nacionalistas, socialdemócratas, liberales y demócrata-cristianos.

Las conclusiones que las saque cada cual.

Yo extraigo sólo una: quizás el estudio nos resulte sugerente por las mismas razones que lo motivaron, es decir, por nuestra disposición a ordenar y a colocar a cada uno en su sitio.

Recordaba también unas palabras de Isaiah Berlin en su ensayo La persecución de un ideal. Es sabido que una de sus más importantes tesis éticas nos dice que la moral estaría formada, no por un principio supremo a partir del que sería posible siempre obtener una única respuesta correcta para todas nuestras inquietudes morales, sino por diversos valores o bienes inconmensurables entre sí y que constantemente nos ponen ante la necesidad de privilegiar a alguno de ellos y desplazar a los demás. De ahí se seguía una invitación a la prudencia a la hora de formular nuestros juicios éticos y una disposición al compromiso a la hora de coordinarnos políticamente con los demás. Es evidente que Berlin, de algún modo, nos invita a preferir la figura distorsionada e irregular a la nítida y perfecta. Parecía incluso intuir que es difícil vencer esa preferencia cuando añadía que “esto puede parecer una situación bastante insulsa, no es el tipo de propuesta por la que el joven idealista estaría dispuesto, en caso necesario, a luchar y sufrir en pro de una sociedad más justa y más noble”.

Actualiación nº1.- He incluído la imagen que me parece bastante expresiva de la idea inicial de este post.

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