La lectura de "La rebelión de Atlas" (Grito Sagrado, Buenos Aires, 2003) es de lo más gratificante para cualquiera que se sienta mínimamente liberal.
Seleccionaré en éste y en otros post algunos pasajes de la novela que me han parecido particularmente interesantes, con la intención formular algunas consideraciones e ideas que, luego, puedan ser discutidas.
El primero está en las páginas 529 y 530 y va dedicado a los intelectuales y su relación con el poder del estado.
Este es el contexto: los burócratas de Washington patrocinan una reunión para considerar los efectos de la adopción de ciertas medidas colectivizadoras de la propiedad. Su objetivo, dicen, es garantizar la igualdad, la seguridad y evitar la competencia. Por ese motivo, se pretende también congelar los derechos de autor prohibiendo la edición de nuevas obras literarias. Afirman que ya hay muchos libros en el mercado y que los buenos escritores que sistemáticamente obtienen éxito tienen el deber de ser solidarios con sus restantes colegas. ¿Cómo? Pues dejando de publicar nuevas obras, con lo que se forzará a los lectores a adquirir los libros ya publicados que no despertaron antes su interés ni lograron éxito de ventas. Así se alcanzaría la seguridad absoluta (todos los escritores, buenos y malos, sabrán de antemano que sus libros se van a vender) y se realizaría el ideal de la igualdad entre los escritores. Uno de los participantes en la reunión plantea si esta medida no les supondrá ganarse la oposición de los intelectuales. Esta es la respuesta: "No lo harán (...). Los intelectuales a los que se refiere son los primeros en gritar cuando todo parece seguro, y los primeros en cerrar la boca ante el menor síntoma de peligro. Pasan años discutiendo acerca de quiénes les dan de comer y lamen la mano de quien abofetea sus respetables rostros. ¿Acaso no han entregado cada uno de los países de Europa, uno tras otro, a comités de saqueadores? ¿No se han cansado de gritar que se supriman los timbres de alarma y que se abran los cerrojos para permitir la entrada de tales pistoleros a sueldo? ¿Han vuelto a oir hablar de ellos desde entonces? ¿No proclamaban acaso que eran amigos de los trabajadores? ¿Pero alguien les ha oido levantar la voz acerca de las cuadrillas de trabajadores forzados, los campos de esclavitud, la jornada de catorce horas y la mortalidad por escorbuto en las repúblicas populares europeas? Al contrario, proclaman ante los desdichados sometidos que el hambre es prosperidad; la esclavitud, libertad; la tortura, amor fraterno; y añaden que, si ciertos enemigos del pueblo no lo quieren comprender, sufren por culpa de ellos mismos ¡y que son los cuerpos mutilados en los sótanos de las cárceles los que tienen la culpa de todos sus problemas, no los líderes benevolentes! ¿Intelectuales? Ustedes deberían preocuparse acerca de otra clase de hombres, pero no de los intelectuales modernos, éstos se los tragan todo. Me da más miedo una rata perteneciente a un sindicato de estibadores de muelle, porque puede recordar de improviso que es humano, y , a partir de entonces, quizás no sea tan fácil mantenerlo a raya. Pero... ¿los intelectuales?: hace tiempo olvidaron su humanidad definitivamente. Creo que su educación siempre ha tratado de conseguir tal cosa. Hagan lo que quieran con los intelectuales, lo aceptarán todo"
Añade otro de los que discuten: "No hay que preocuparse por los intelectuales (...). Sólo designe a algunos de ellos para que integren la nómina del gobierno y envíelos a predicar lo que acaba de mencionar el señor Kinnan: que la culpa es de las víctimas. Déles salarios suficientes para su comodidad, otórgueles títulos llamativos, y se olvidarán de los derechos de autor. Ya verá usted, terminarán haciendo una mejor tarea para ustedes que la que hacen los equipos de funcionarios gubernamentales".
Este post está inspirado por el lamentable papel de la clase intelectual europea (con algunas excepciones) con respecto a los crímenes del comunismo. También y especialmente al papel del conocido como "mundo de la cultura" español con respecto a los asesinatos de ETA, al asesinato de Theo Van Gogh, a los presos políticos cubanos y a tantos otros acontecimientos dramáticos respecto de los que guardaron y guardan silencio.
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