martes, junio 14, 2005

The power of blog

La concesión del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales a Giovanni Sartori (a quien me refería en el post anterior) me ha animado a leer algunas de sus obras más conocidas. Hace tiempo que abordé su Teoría de la democracia, aunque el paso de los años haya hecho mella en mi recuerdo. Ahora afronto “Homo videns: la sociedad teledirigida” y “La sociedad multiétnica.

El primero de los libros citados es más que recomendable. En él Sartori, en la línea de Cassirer, considera que el hombre es un animal con capacidad simbólica y que dicha capacidad se despliega en el lenguaje. El lenguaje es para el hombre no es sólo un instrumento de representación de estímulos (de esta circunstancia participarían también ciertos animales), sino un instrumento útil para pensar, para reflexionar sobre lo que dice y que permite la abstracción y el simbolismo. De ahí que el desarrollo de la civilización esté indisolublemente ligado a la comunicación, primero oral y luego escrita.

También es importante que la formación de los niños se lleve a cabo originariamente a través del lenguaje y no exclusivamente a través de estímulos sensoriales directos. Esto los dotaría originariamente de es capacidad simbólica de la que los animales carecen y que nos singulariza como especie superior respecto de nuestros más próximos parientes del reino animal.

Sin embargo, este esquema habría sido profundamente alterado por la televisión pues ésta, a diferencia de los libros o de la radio, subordina la palabra a la imagen, con lo que el lenguaje pasa a un segundo plano.

Además se da la circunstancia de que la televisión se ha convertido en la fuente formativa básica de los seres humanos: los niños pasan horas ante la televisión incluso antes de ser capaces de hablar y es a través de las imágenes televisadas a través de las que se forman.

Esto estaría provocando, o podría provocar, una auténtica mutación en la especie humana que cada vez sería menos sapiens y más videns. Esta mutación es, conviene subrayarlo, una regresión en la evolución de la especie, pues ahora estaríamos formándonos a partir de meros estímulos visuales y al relegar el lenguaje estaríamos perdiendo capacidad para la abstracción y el simbolismo. Dicho crudamente, estaríamos más cerca de los primates de lo que lo estaban nuestros abuelos; nuestro proceso formativo, por tanto, sería cada vez más parecido al de los chimpancés: estímulos visuales o sensoriales, en general, directos, lo que nos privaría de capacidad para el lenguaje, la conversación, la abstracción o la reflexión.

Pero ¿qué pasa con Internet? ¿Qué papel juega la red de redes en este asunto? ¿Y la Blogosfera?

Sartori es moderadamente optimista en este punto. Considera que “Internet, la ‘red de redes’ es un prodigioso instrumento multiarea: transmite imágenes, pero también texto escrito; abre al diálogo entre los usuarios que se buscan entre ellos e interactúan; y permite una profundización prácticamente ilimitada en cualquier curiosidad”.

Sin embargo, concluye afirmando que la televisión y su producto generalista, plano y en masa que triunfará entre los perezosos, mientras que Internet, que proporciona productos a medida de diferentes intereses saturará a los pasivos y sólo triunfará entre los activos, entre los que quieran conocer, dialogar y buscar. Es decir, entre los mismos entre los que triunfan los libros o las tertulias.

Me permito formular, para concluir, dos consideraciones a las tesis de Sartori.

La primera va referida a la televisión: aunque su diagnóstico me parece acertado no hay que menospreciar el valor de la palabra incluso en el medio televisivo. Dicho de otro modo, la televisión no sería, pese a sus limitaciones, intrínsecamente perversa y tendría solución. La clave está, por tanto, en gran medida en lo que se dice incluso cuando lo que se dice complementa lo que se muestra. No todo mensaje, por el mero hecho de ser televisado, se convertiría entonces en un mensaje regresivo por naturaleza.

En segundo lugar, respecto de Internet y, en particular la blogosfera, decir que, a diferencia de los libros, facilita la interacción en una medida de la que probablemente no somos conscientes. Para contestar al autor de un libro hay que escribir otro libro; para contestar al autor de un post basta con pinchar en el icono correspondiente, aporrear un poco el teclado y ya está; es más será posible incluso disponer en breve de la respuesta del autor original, algo que con los libros podría llevar años. Esta aceleración del proceso comunicativo probablemente anime a muchos no lectores de papel a salir de la pereza, apagar la tele y engancharse a la red. De otro lado, los activos, esto es, los que normalmente leerían, también quedarán mucho más involucrados a la red de lo que lo estarían a los libros de no existir la red. Al final, en un mundo de libros y ordenadores, seguirá primando el mensaje escrito, la calidad, la diversidad y el pluralismo que es lo importante. Por estos dos motivos, no es despreciable ni se debe descartar una sustancial mejoría en nuestra capacidad simbólica y nuestros conocimientos como consecuencia de la red. Si este efecto compensará o no la regresión que supone el homo videns es algo sobre lo que no me atrevo a pronunciarme.

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