martes, octubre 17, 2006

Falacias garantistas

Acaba de publicarse “Garantismo. Una discusión sobre el derecho y la democracia” de Luigi Ferrajoli, quien desde hace unos años es el autor de referencia entre los juristas de izquierdas de Italia, de España y también de muchos países latinoamericamos.

En esa obrita, Ferrajoli reitera muchas de sus más conocidas tesis. A algunas de ellas, ya me había referido aquí y aquí.

Incidiré de nuevo en la segunda, pero no para poner de manifiesto los aspectos sustantivos de la propuesta, sino para desenmascar el tipo de discurso, escasamente riguroso y más bien dado a la marrullería, con el que se pretende demostrar la procedencia y la bondad del establecimiento de una una renta básica para todos.

Advierte Ferrajoli, por ejemplo, que la renta básica aseguraría el mínimo vital en una época en la que “se ha roto de manera quizás irreversible el nexo entre supervivencia y trabajo”. No debemos de dejar pasar el hecho de que lo que se rompe un día estuvo entero; luego hay que concluir que el nexo entre trabajo y supervivencia estuvo un día compuesto y firme. Hay que seguir concluyendo que en otro tiempo, en estos países que hoy habitamos, el trabajo garantizaba holgadamente la supervivencia. Al parecer hubo un tiempo en el que la Tierra era un bucólico vergel en el que “los trabajadores vegetaban en una existencia relativamente confortable, llevando una vida limpia y pacífica”, en la que los hombres “no necesitaban trabajar en exceso. No hacían más de lo que habían decidido hacer y, sin embargo, ganaban lo necesario. Disponían de tiempo libre para el saludable trabajo en su jardín o su huerto (…) y podían participar en los juegos y diversiones de sus vecinos” (el entrecomillado es de Engels y lo tomo del libro El capitalismo y los historiadores, de Hayek y otros, págs.40-41)

Todo esa abundancia y dicha debieron de quedar destruidas por el atroz industrialismo.

En cuanto al componente fraternal de estos modelos de sociedad, que llevaba a los vecinos a jugar juntos al cricket sin considerar factores como su estamento, su casta ni ninguna otra circunstancia política o social indicativa de algún género de servidumbre, debió de ser barrido por las revoluciones liberales y democráticas de los siglos XVIII y XIX que, como es sabido, elevaron las cotas de la sumisión y la esclavitud a cotas desconocidas hasta ese momento en la historia.

No creo que todas las estadísticas habidas y por haber referidas a aumento de la esperanza de vida, precio de los productos alimenticios básicos, a la cantidad de calorías o los gramos diarios de proteínas ingeridas etcétera sean suficientes para desterrar el mito histórico de que cualquier tiempo preindustrial o cualquier mundo alternatindustrial es mejor, así que prescindiré de intentarlo.

Sigue afirmando nuestro benéfico jurista que el establecimiento de una renta básica no lastraría de ningún modo la capacidad de los países pobres para desarrollarse, Antes al contrario nos informa de que “el desarrollo económico en los países ricos no habría sido posible si no se hubiera logrado la garantía de los mínimos vitales”. ¡Y yo que pensaba que era al revés! ¡Que el desarrollo económico había posibilitado la garantía de los mínimos vitales y no al contrario! Yo creía que es el crecimiento económico lo que ha hecho posible que nuestras necesidades estén satisfechas. Pero parece ser que no y que para lograr la satisfacción de las necesidades no necesitamos producir carne o leche, sino simplemente una constitución que diga que tenemos derecho a comer carne y a beber leche. Entonces, las vacas, sabedoras del irresistible poder vinculante de la constitución, se ordeñanarán y despiezarán solas e incluso, si contamos con una buena corte de jueces y juristas garantistas y progresistas que velen por la pureza del texto constitucional, es posible que incluso nos sirvan la mesa (las vacas, que los juristas no están para tales menesteres).

Quizás si nuestro avezado jurista tuviese ocasión de llevar a la práctica sus recetas tuviéramos la ocasión de comprobar que las cosas no son como él imagina. Quizás, si la población de un país pusiera su destino en sus manos y le permitiese ensayar su doctrina político-constitucional, él mismo se desengañaría. ¿Quizás o quizás no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

El primer paso ya lo intentaron que era establecer una renta máxima (por ejemplo, el programa de George McGovern, cuando perdió ante Nixon). La imposición fiscal progresiva es una aproximación a ese ideal.

El segundo paso es conseguir una renta mínima.

El tercer paso es igualar ambas.

Todo lo demás, son detallitos y palabrería hueca.